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Señor, quisiera ser tu cirineo, cargar sobre mis hombros tu suplicio, trocar el gran pecado en sacrificio; limpiar mi ardiente fe con mi deseo. Señor, quisiera ser aquel pañuelo, secar tu faz sangrante, dolorida, trocar tu sufrimiento por mi vida; limpiar mi ardiente fe, mi eterno vuelo. Permíteme, Señor, en tu calvario, posar en mis abrazos tu agonía, hilar con penitencia tu sudario! ¡Permíteme, Señor, como a María, llorar sobre tu pecho su rosario, salvar de humana culpa el alma mía!
Blanca María Alonso Rodríguez